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Vanessa, Cadaqués y Barcelona

  • henrygru0
  • Apr 7, 2021
  • 7 min read

Updated: Apr 10, 2021

Algunos viajes comienzan mejor que otros. Este último, por ejemplo, comenzó hace unos meses con un correo electrónico de esos que rastrean promociones de viaje. El correo leía: "vuelos a Barcelona de NY ida y vuelta por US$ 137". La primera reacción es pensar que se trata de un vuelo en Biman (la línea de Bangladesh) vía Dacca que sale una vez a la semana. No, era una promoción de Delta. La segunda reacción es pensar que luego de sumar los impuestos, el sobrecargo por combustible, la tasa de aeropuertos, y la contribución a la Iglesia de la Sagrada Familia, el pasaje costaría US$ 1500. Pero no, segui el enlace del correo y luego de escoger fechas descubrí, para mi sorpresa, que con todos los impuestos y afines la tarifa era de US$ 210 por persona. Sin ni siquiera llamar a Vanessa, sin ni siquiera parpadear, compre los dos tickets y marque el calendario: Barcelona y la Costa Brava del 7 al 13 de abril.

Luego de un viaje costosisisisisisimo en taxi al aeropuerto (US$60), llegamos emocionados al feo terminal de Delta en JFK. Nos apertrechamos de vituallas (nótese el léxico castizo) y nos pusimos a esperar la salida de nuestro vuelo (resistiendo, eso si, la tentación de preguntarle a todos los que estaban en la cola cuanto les había costado su pasaje a España). Siete horas y varias películas después (Vanessa fascinada con la operabilidad del control remoto) aterrizamos en Barcelona. El clima perfecto, perfecto por toda la semana, un verano anticipado y secreto sin la muchedumbre de julio y agosto. En el mismo aeropuerto alquilamos un carro, un mini rojo glamoroso, y nos aventuramos al norte a explorar la Costa Brava y Ampurda (con acento en la última "a" que no encuentro como marcar con este teclado).




El plan era no-plan, llegar a un pequeño hotel simpaticamente llamado la Malcontenta que nos recomendaron unos amigos de Vanessa http://www.lamalcontentahotel.com/. El hotel es pequeño, maravilloso, de escaleras de madera y dibujos de buen gusto en las paredes, de cuartos amplios y balcones asoleados, el baño con toallas que se creen sábanas y una ducha torrencial de esas que uno no quiere apagar. La Biencontenta, que asi deberia llamarse el hotel, tiene muchos (muchos) pájaros de los que se pasean cantando sin vergüenza, abejas amigables, dos o tres lagartijas tímidas y desayunos generosos de croissants, yogurts, frutas y toda la gran familia de los embutidos. Como solo nosotros sabíamos que era verano había muy poca gente en el hotel. La primera noche nadie, la segunda noche algo más de huéspedes; una pareja furtiva de una peruana con un peninsular adinerado e infiel que llegó en un Bentley mucho menos cool que nuestro Mini; una familia de ingleses con poca melanina que desayunaban con un perro en las piernas, un perro poco agraciado que comia mas embutidos que nosotros; y dos novios embelesados que no salieron del hotel y que jamás se soltaron las manos. La Malcontenta queda muy cerca de la playa de Castell, una pequeña bahía (una cala para bien nombrarla) que esta rodeada de pinos y acantilados. Cinco minutos en bicicleta y estábamos en la arena, el agua muy fría, sol, brisa y muy poca gente. Esa tarde algo más de bicicleta por las calles de Palamós, el pueblo mas cercano al sur, y por la noche una cena deliciosa en la Galera, el restaurante del señor Fermin simpatizante del Partido Popular que nos conto de sus tías abuelas que emigraron a Cuba y Venezuela.




Edu, Ana y Vanessa

Palafrugell

La Costa Brava es una cadena interminable de calas y pueblos blancos colgados de la montaña con nombres algo difícil de pronunciar (si lo quieres pronunciar bien): Palafrugell, Tamariu, Begur, Portbou, Cap Creus, Port de la Selva, uno tras otro desde Barcelona hasta la frontera con Francia. Ampurda esta salpicada de pueblos con centros medievales y sembradios. En esta época del año el campo está alfombrado de flores amarillas y púrpura, manchas de colores en un mar verde. Hay un sendero de bicicleta muy largo y bien marcado que hila los pueblos esquivando las glorietas y el tráfico. Edu y Ana, dos amigos encantadores de Vanessa, vinieron de Barcelona para almorzar con nosotros el sábado. "Vamos a Palafrugell" nos dijeron (pronunciandolo bien) y una media hora después estábamos rodeados de gambas, pulpo y almejas frente al mar. Varias botellas de vino más tarde Edu y Ana, no recuerdo si ya les dije que son encantadores, nos llevaron de paseo por el pueblo y luego a un hotel a tomarnos unas cervezas en lo alto de un acantilado desde donde el mar se ve unos metros más largo que el infinito.


Al día siguiente nos rendimos al sol y las bicicletas y decidimos extender nuestra estadía en la Costa Brava. Tomamos el carro y nos fuimos a explorar el norte. Cadaqués es el más pintoresco de todos los pueblos, el pueblo de Dalí y sus amigos, es también el más frecuentado por los turistas. Al llegar nos paramos en el estacionamiento municipal que, como se ve en la foto de abajo, es muy exacto en el cálculo de la tarifa: 0.040936 euros el minuto o fracción. Subimos las calles empinadas de piedra (todas llenas de gatos centinelas), nos tomamos unas fotos y de allí al borde del mar a almorzar fideuá, una paella de fideos, que se deja comer bien con una botella de vino blanco de Penedés. Los restaurantes tienen todos fotos de antaño, de cuando Dalí, Duchamp, Picasso, Magritte, Ray y Pla se paseaban en traje de baño por las calles de Cadaqués posando para los turistas del próximo siglo. Tratamos de visitar la casa de Dalí en Portlligat pero no tuvimos suerte, estaban agotadas las entradas y tuvimos que conformarnos con verla desde afuera y pasear un rato por la linda bahía que la rodea. De allí a Cap Creus, el punto más oriental de España continental, un cabo de paisaje lunar donde el viento casi se llevó a Vanessa. Era tarde, decidimos volver a la Malcontenta bordeando la costa con mi copilota profundamente dormida.




La ultima mañana, engullidos los embutidos, salimos a hacer "senderismo", que así le dicen en España y que nosotros -agringados- llamamos hiking. Muy cerca del hotel, en la mismísima bahía de Castell, comenzamos a caminar con un par de botellas de agua y un chocolate en la mochila. Por algo más de dos horas fuimos bordeando las calas, subiendo y bajando la montaña, descubriendo pequeñas playas con nudistas autistas, tomándonos fotos y viendo casas que nos encantaría alquilar y llenar de amigos.





De vuelta decidimos parar a almorzar en Girona. Nuestro analfabetismo catalán, nos fue imposible entender las señales de tránsito, hizo que nos metieramos con el carro ilegalmente en la ciudad vieja de callecitas estrechas. Un buen gerundense (entiendo que también puede decirse girones o gerundi) nos vio extraviados y nos mostro un lugar donde podíamos parar el carro (aun sin el permiso). Nos mostró también un restaurante italiano donde Pierre, un chef venezolano, nos preparó un magnífico risotto y ajoporros a la parrilla. Girona es bellisima, ruinas romanas y escaleras, un centro histórico impecable, calles estrechas y muchas heladerías. Subimos y bajamos, nos montamos en un trencito de esos que pasean a los turistas más flojos, nos asomamos al río, curioseamos en las calles de la antigua judería (de las más grandes de España). Nos quedamos con ganas de volver, sobre todo de probar el Celler de Can Roca, un restaurante con tres estrellas Michelin no lejos de la ciudad (http://www.cellercanroca.com/PORTADA/intro.htm) al que iremos pronto.



Girona

Finalmente Barcelona, devolvemos nuestro mini y a cenar con Edu y Ana y Edu y Teresa, dos amigos de Edu y Ana, en un restaurante de comida catalana. "Que cada uno pida algo y compartimos" nos dicen los anfitriones. Reviso el menu y pido emocionado jabali para compartir, Vanessa, Ana y todos los Edus me miran con algo de extrañeza. Llegan todos los platos, espero pacientemente, y nada de mi jabali. Sospecho de una conspiración con el mesonero. Me resigno, no pregunto por mi plato y me dedico a comer lo que pidieron los demás. De allí a tomar algo en un bar no muy lejos. En España, cuando se trata de un trago, me recuerda Vanessa, no importa la hora y menos aún si es un dia de semana.

A la mañana siguiente nos encontramos con ellos de nuevo para visitar la Iglesia de la Sagrada Familia. El tío de Edu, hasta hace poco obispo auxiliar de Cataluña, hizo los arreglos para que el hijo de Lluís Bonet el sucesor de Gaudí (también hermano de Jordi Bonet actual arquitecto de la obra), nos hiciera una visita guiada. Nos encontramos todos esa mañana en la puerta de la iglesia, llegó el señor Bonet, sacó una llave inmensa de metal de esas de antaño y nos abrio el porton principal ante la mirada atónita de los turistas que con paciencia zen esperaban en la interminable cola. Tuvimos que afinar nuestro oído ya entrenado porque las explicaciones eran todas en catalán cerrado, historias interesantes de Bonet padre y Gaudi, figuras y alegorías esculpidas en la roca, detalles y fantasías, el delirio de las formas en un bosque de paredes, cúpulas y vitrales. Todos boquiabiertos siguiendo escaleras arriba al señor Bonet que conoce cada rincón y que tiene las pantorrillas de hierro. La iglesia construyéndose desde 1882 y todavía a medio a acabar, la creación suspendida, Bonet padre, Bonet hijo (y quien sabe si Bonet nieto) poco atentos a la fecha de inauguración, más interesados en los reyes magos de aquel friso que nos miran de reojo o aquella tortuga abnegada que sin chistar sostiene la inmensa columna en la entrada.




De la iglesia al Can Sole en la Barceloneta (http://www.cansole.cat/) otro recinto religioso del cual sí me confieso fiel devoto. Con sed y hambre nos entregamos a las sepias, chipirones y gambas, comemos y conversamos al ritmo de buen vino blanco, sin mucho apuro, planeando un paseo con Edu y Ana en agosto a algún lugar de Suramérica, dándoles las gracias por tanta hospitalidad, tratando de adivinar la edad del amable señor Bonet.

 
 
 

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Señor Grumberto

Soy adicto al chocolate, los viajes y reir sin parar. Adoro a mi cubana y nuestros hijos, a Camila mi primogénita, fiel amigo, amigo de mi hermano. Soy glotón y devoro páginas. Vivo cada día como el primero de mi vida!

 

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