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Raudo por las calles de Ljubljana

  • henrygru0
  • Apr 7, 2021
  • 5 min read

Updated: Apr 10, 2021


Era una típica mañana otoñal en Ljubljana, cielo encapotado, 3 grados centígrados (+/- 36 fahrenheit) y seria amenaza de nieve. El maratón comenzaba a las 10.30 de la mañana y Vanessa (que es cubana y estaba inscrita para el medio maratón) miraba el cielo desconsolada: "Yo soy de clima caliente" me decía mientras se envolvía cual Tuareg en su ropa deportiva. La noche antes, siguiendo al pie de la letra el protocolo de los maratonistas, fuimos temprano a un restaurante italiano, no pedimos vino pero si polenta y dos platos grandes de pasta. Cumplido el rito de los carbohidratos nos fuimos a nuestro hotel para preparar nuestro atuendo de corredores y acostarnos temprano. Los zapatos, el número, los imperdibles, el chip, las barras de energía, las orejeras, las chaquetas..... Todo listo. Apagamos las luces y a dormir, yo comencé inmediatamente a sonar con la carrera, me veía en el podio dando un discurso a la muchedumbre en esloveno, practicando mi Swahili con los demás medallistas. Fue una noche entrecortada, era mi primer maratón y -debo confesarlo- estaba algo nervioso. Jim, mi entrenador, me había mandado un email con la lista de "to dos" antes de la carrera. Yo lo repasaba mentalmente mientras dormitaba.

Eslovenia es un país muy pequeño, parece una casa de muñecas, una maqueta de niños, todo es más bien pequeño y todo, absolutamente todo, queda muy cerca. Ir de un extremo al otro del pais tomas dos horas, llegar de nuestro hotel al punto de partida de la carrera 3 minutos. Nos despertamos, desayunamos frugalmente a pesar de que habían varios platos (un foie gras por ejemplo) que me guiñaban el ojo (Jim recomendó no comer nada nuevo de desayuno). Nos envaselinamos, si, medio pote de vaselina en todos (todos) los resquicios de mi cuerpo, nos vestimos y salimos a calentar un poco. Ya afuera se sentía el ambiente de carrera, cientos de eslovenos estirándose y tomando gatorade, el animador del evento dando instrucciones y motivando a la gente, Vanessa y yo en el frío matutino sin descifrar una palabra. Eso si, minutos antes de la partida dijo algo así como: "Venezuelani praszicuci" que debe significar "vinieron hasta de Venezuela para esta carrera". Nadie me miró, no creo que imaginaban que yo era el venezolano del que hablaban. Anunciaron la partida y sali cual keniano embravecido, veloz, avanzando entre la gente como un motorizado en el tráfico caraqueño, dejando atrás a una multitud de eslovenos lentos que se quedaban boquiabiertos. Al borde de la calle orquestas tocando ritmos alpinos, familias de ljubijanos emocionados nos gritaban "Bravo, zej rema krijoina gurtuzia ze" que quien sabe lo que quiere decir. Los primeros kilómetros muy bien por los suburbios y un bosque templado, la adrenalina corriendo por mis músculos, la voz de Jim mi entrenador guiando mi paso -como la de pequeno saltamontes en la serie Kung Fu aleccionando al joven David Carradine-. Pasaba el tiempo, no llevaba reloj, iba conquistando kilometro tras kilometro impulsado por los buenos deseos de las amas de casa eslovenas que me aplaudían y sus hijos que estiraban el brazo para darme la mano. Voy a muy buen paso caminoa a la primera mitad. Casi llegando a la marca de las 13 millas escucho un alboroto, me piden que me mueva a la izquierda y me pasa un keniano -un ser sobrenatural, un antílope en el invierno, puro músculo- seguido de un carro con sirenas Así es, yo llegando a la mitad (mi tiempo algo así como una hora cincuenta y cinco minutos) y el vaporoso keniano terminando TODO EL MARATON en dos horas cinco.



John el de la izquierda es el que me paso y gano el maraton, yo no soy el que sale atras.

En ese punto la mayoría de la gente descansa porque ha terminado su carrera, los menos, los que nos inscribimos en el maratón completo, apenas comenzamos la segunda vuelta. Al poco rato, con mucho menos público gritandonos "Bravo" y las piernas cansadas, empiezo a reducir el paso. Cada vez mas lento (kilómetro 32, 33, 34, 35....) se trata de la abominable "pared", trato de esquivarla utilizando los trucos que me enseñó Jim "piensa en el próximo kilómetro no en todo lo que falta", "recuerdate de las prácticas largas que hiciste", la verdad es que no funciona tan bien. Veo impotente como comienzan a pasarme todos los eslovenos que tan arrogantemente deje atrás en la primera vuelta, jóvenes, señores mayores, viejitos, reinas de la celulitis. Me rehúso a caminar, tengo que llegar a la meta. En una de las estaciones de agua me paró por unos minutos, allí se me acerca Andreas, un corredor alemán que me invita a seguir juntos: "If we do it together and talk, it will be much easier". Tiene algo de razón, me cuenta que es profesor de finanzas en Edimburgo, que su novia es taiwanesa, que nació en un pueblo en el centro de Alemania y que este es su tercer maratón, me pregunta insistentemente por el cancer de Chavez, yo apenas le hablo porque mis piernas apenas corren, le respondo con amabilidad pero con monosílabos. Distraído escuchandolo pasan los kilómetros algo más rápido 36, 37, 38... llegando al 39 le digo a Andreas que siga sin mi, que iré algo más lento. Se rehúsa, me dice que podemos hacerlo juntos, que es un error separarnos. Yo le insisto, le digo que mejor siga. Finalmente acepta y apura el paso. Lo veo alejarse, me siento como un náufrago que acaba de dejar ir su balsa. Comienzo a pensar en las ventajas y desventajas de apurar el paso, si llego diez o quince minutos antes es mejor tiempo, quedare mejor con Jim pero también arriesgo tendones y articulaciones, después de todo, no soy tan joven ni tan atlético y a nadie le gusta pasar meses en fisioterapia. Voy más lento pero sigo trotando camino a la meta. Kilómetro 40, 41...veo el final a lo lejos. Como ocurre siempre, la llegada está algo más allá de lo que parece, me armo de valor, convocó todas mis energías y comienzo a acelerar para entrar con paso triunfal, es el último kilómetro y es aquí donde normalmente espera la muchedumbre. Cuando faltan cien metros el lector reconoce mi chip y el jefe de ceremonia lee mi nombre y dice Venezuela. No hay mucha gente esperando. Cuatro horas y cuarenta; llegue. Vanessa, que ya había terminado de manera magistral su medio maratón, me esperaba con la cámara y una sonrisa. Recibo una medalla, un vaso de sopa caliente y una banana. Yo contento (muy contento), cojeando, ahogándome en ácido láctico, agachandome con una postura parecida a las de las jirafas cuando toman agua, feliz de haber corrido, listo para hacernos un masaje y luego salir a cenar con una buena botella de vino esloveno. "Quieres hacer el maratón de Riga el año que viene?" le pregunto a Vanessa y ella cariñosamente me responde: "busquemos algo más tropical".

El restaurante esa noche, como era de esperarse en Ljublana, queda muy cerca, a uno o dos minutos caminando del hotel, uno o dos minutos aun caminando lento, muy muy lento.

 
 
 

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Señor Grumberto

Soy adicto al chocolate, los viajes y reir sin parar. Adoro a mi cubana y nuestros hijos, a Camila mi primogénita, fiel amigo, amigo de mi hermano. Soy glotón y devoro páginas. Vivo cada día como el primero de mi vida!

 

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