top of page

Dos días en Paracas (no Caracas)

  • henrygru0
  • Apr 6, 2021
  • 3 min read

Updated: Apr 10, 2021



Me contaron que no muy lejos de Lima, unas tres horas al sur, hay unas islas donde los lobos de mar se echan al sol y los pelícanos comen despreocupados entre cormoranes y pingüinos mientras los turistas les toman fotos, algo así como una versión de bolsillo de los Galápagos ("el Galápago de los pobres" le dicen algunos). Así que reclute a Ariel, mi vecino de Caracas personaje ya legendario de mi blog, para que me acompañe (a estas alturas Ariel ya es una suerte de Jean Passpartout y yo algo así como la versión de fin de semana de Phileas Fogg). A las tres de la tarde un viernes, con Nicanor al volante (un amable taxista ya amigo) nos fuimos al sur a buscar el sol que le robaron a Lima.


La Reserva de Paracas es un área protegida, la única reserva marina del Perú, que cubre una península seca sequisima y un puñado de islas. A Paracas se llega por la carretera Panamericana, la misma que dicen va desde Alaska a Argentina -con el hiato del tapón del Darién en Panamá-. El camino bordea el Pacífico y a ambos lados solo hay desierto, desierto y no mucho más. Nos dijeron que saliendo de Lima había una panadería estupenda, parada obligatoria en la ruta del sur. Lamentablemente y a pesar de nuestros esfuerzos, no la vimos ni la olimos. Decidimos seguir sin escalas hasta nuestro hotel en Paracas. Pasamos Pucusana, San Vicente de Cañete, Chincha ("Chincha es un pueblo de negros, allí bailan buenisimo", nos dijo el mismo que recomendó la panadería), luego Pisco (todavía saliendo de la resaca del terremoto de hace tres años), y varios caseríos más, todos iguales, secos, empapelados de propaganda electoral. El tiempo paso rapido, gracias en gran medida a un espontáneo contrapunteo de chistes mal contados, de historias de Jaimito y otras por el estilo. Llegando a Paracas, algo perdidos, nos paramos para que algunos miccionaran (en Lima, en la ruta del aeropuerto al hotel Marriott, hay un anuncio en la calle que dice "Prohibido miccionar", a mi -que normalmente no cargo un diccionario- me hubieran metido preso). Finalmente ya de noche llegamos al hotel, un Starwood de muy buen gusto, piscinas azules y estupendas camas.




Temprano en la mañana nos despertamos para hacer el tour de rigor a las Islas Ballestas, las mas accesible de las islas que salpican la costa de la Reserva de Paracas. Nicanor, que nunca en su vida se había montado en barco, nos pasó buscando al hotel para llevarnos al puerto (le encantó y no se mareo). Apenas llegamos nos informaron que el paseo estaba retrasado, que había que esperar que la neblina se despejara. Aprovechamos para tomarle fotos a Ariel con el pingüino y para darle de comer a una pareja de pelícanos que, coquetos e indiferentes, se paseaban por la playa.




El paseo en bote comienza con una parada frente al Candelabro de Paracas, el famoso geoglifo, una figura cavada en la arena a la manera de las líneas de Nazca. Abundan las teorías sobre su origen, no se sabe en realidad qué tan viejo es o quien y por que lo hizo. Se sabe muy poco de la civilización Paracas que floreció en esta franja de la costa entre 500 AC y 200 de nuestra era.




Una media hora en mar abierto hasta que llegamos a unos islotes abarrotados de vida. Impresiona el contraste entre la abundancia de vida animal y la ausencia total de vegetación. Las islas Ballestas están habitadas todo el ano por colonias inmensas de lobos marinos, pingüinos y millones (si, millones) de pájaros. La cantidad de aves explica la capa blanca de nitrógeno asoleado (el excremento de los pájaros) que en lugares llega a tener 50 metros de profundidad. Ya desde el tiempo de los Incas el guano era reconocido como buen fertilizante, a mediados del siglo XIX llegó a convertirse en el primer producto de exportacion del Peru. Cada tanto, aun hoy en día con la competencia de los fertilizantes sintéticos, se recoge el guano y se exporta.




De vuelta al hotel nos comimos una muy (muy) buena hamburguesa al borde de la piscina, nos recargamos de vitamina D, paseamos por el muelle del hotel, flojeamos y, justo antes de montarnos en el carro, fuimos a miccionar. Pisco, Chincha, San Vicente de Cañete, Pucusana, todos los mismos pueblos -igual de arrugados- pero ahora en orden inverso. Llegando a Lima, para desgracia nuestra, tampoco pudimos conseguir la bien nombrada panaderia. Tuvimos que conformarnos con más historias de Jaimito.




 
 
 

Comments


IMG_2740 (1).jpg

Señor Grumberto

Soy adicto al chocolate, los viajes y reir sin parar. Adoro a mi cubana y nuestros hijos, a Camila mi primogénita, fiel amigo, amigo de mi hermano. Soy glotón y devoro páginas. Vivo cada día como el primero de mi vida!

 

Quieres leer mis crónicas?

Thanks for submitting!

© 2023 by Going Places. Proudly created with Wix.com

  • White Facebook Icon
bottom of page